Lo más importante no es tener las letras de las canciones ni llevar el uniforme, lo más importante no es la cooperación semanal ni el llegar una hora antes. Es importante? Si, pero no es lo más importante ni lo principal. Háblame de lo importante cuando me hables de la oración en unidad, de la consagración, de la ministración, del amor fraternal, del anhelo por Su presencia y la vida en santidad más que de una nota bien colocada, una guitarra bien afinada o una batería matizada.
Soy la primera en creer en la excelencia. Así empezó mi ministerio. Lo primero que le dije a Dios, literalmente, fue: Señor, si tu quieres que yo te cante entonces hazme cantar bien, porque para ofrecerte porquerías, mejor no te ofrezco nada. Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen y para Dios, se hacen excelentes.
Es cierto que aun falta mucho por avanzar, por aprender, por hacer y por crecer. Musicalmente, basta con ver a Hillsong en concierto… espiritualmente, me voy a mis recuerdos, pues aunque Hillsong sigue siendo un buen ejemplo, me quedo con mi experiencia del pasado, que muchas veces, añoro otra vez.
Cuando entiendes lo que sucede en la adoración a Dios, tu papel y lo que Dios está haciendo, no necesitas aprender de nadie lo que es la reverencia, la expresión, la santidad, el respeto por los horarios y por los tiempos… el mismo Espíritu de Dios te lo enseña. A mi nadie me enseñó, sino El.
Es bien cierto que hay que cuidar tener la actitud correcta, pero eso tampoco se ensaya ni se imita, pues cuando realmente sabes a quien adoras no necesitas fingir que cierras los ojos y levantas las manos, simplemente lo haces porque no tienes más que dar que no seas tu mismo enteramente. No me digas que no ponga cara de dolor o de llanto cuando es Dios mismo el que me lo está haciendo sentir. No me digas que mi cara no exprese el gemir que viene desde mi espíritu rogando por la manifestación de su gloria y fuego consumidor.
No me digas que me controle cuando me ha costado tanto entender cómo darme por completa y dejar que tome El el control de mi. No miento cuando digo que sé cuidar el desarrollo del tiempo de la alabanza y adoración, que sé cuidar las entradas, los coros, los tonos y los silencios, todo sin descuidar mi conexión con el Espíritu Santo.
No me pidas que cuide el movimiento de mis brazos, o la expresión de mi cara como si todo se tratara de una actuación. No me vengas a comparar con alguien que lo hace para el mundo, pues si de actuación se trata, yo soy la primera en explicarte. Yo puedo hacerte creer que he pasado por los golpes y el maltrato cuando nunca en mi vida he sentido un golpe. La interpretación del mundo, es actuación, es falsedad; no me compares, lo mío es autenticidad y es para Dios.
A Dios no le molesta mi rostro entregado, por qué a ti si? A Dios no le molesta que desafine cuando las lágrimas que corren son provocadas por El mismo, por qué a ti si te molesta? Alguna vez dejarás de ver lo superficial para ver lo realmente importante? Alguna vez pondrás primero lo que le gusta al corazón de Dios antes de lo que le gusta a tus ojos?
Te parece exagerado? A mucha gente le llama la atención y se esfuerza por conseguir sentir lo que yo estoy sintiendo. Te parece extraño? Te parece feo? Te aseguro que a ti es al único al que le molesta. ¿Quieres conseguir de mi, de nosotros, un rostro ecuánime, con paz y equilibrio, entonces déjame acostumbrarme a la unción y a la presencia. Mientras más me expongas a ella, más me acostumbraré y soportaré más, por ahora, déjame desbaratarme y derretirme en sus manos. Preocúpate primero por que ese manto de poder descienda todas y cada una de las veces sobre nosotros, ya después tendrás tiempo para preocuparte por qué cara ponemos ante ese fuego.
Lo importante, es lo importante.
Algunos de los que empiezan me preguntaron: Y entonces, yo no entiendo, cuando esté ministrando tengo estar cuidando más mi rostro o sentir a Dios?. Qué no te das cuenta de lo que dices y de lo que enseñas? Yo comparto lo que sé, lo que sé que le gusta a Dios, por lo que mi respuesta es y será siempre otra pregunta: Tu ¿a quién buscas agradar, a Dios o a los hombres? La respuesta a esto te dará la respuesta a lo primero. Por supuesto, yo agrado primero a mi Señor.
Lo importante, siempre será lo importante.
Alguna vez me robaste mi libertad con tu lengua, me robaste el gozo de alabar atándome a tus propias cadenas, alguna vez me cortaste mi libre y pleno acceso a disfrutar de las delicias de mi Señor. Alguna vez me dejé derrotar por ti y aun no me levanto. Por favor, no te atrevas a hacérselo a quienes apenas comienzan, a quienes se acaban de sentar a disfrutar del banquete del Rey. No cautives a quienes comienzan a disfrutar de libertad.
Lo importante, es el importante.
A mi me importa este ministerio porque es de El, a mi me importa el nivel de adoración porque es para El, a mi me importan Sus asuntos porque son Suyos, a mi me importa todo de El, porque lo importante es El.
A mi me importas Tu.