martes, 27 de abril de 2010

¡Quiebra mi vasija!



¡Quebrántame! Quebrántame este corazón que se siente duro, que no puede alzar sus ojos a Ti más que para pedir por otros. Para este corazón no hay peticiones, no hay ideas claras.


Abre el puño que lo tiene cautivo! que lo ha endurecido. ¡Rómpelo, quiébralo, cámbialo y hazlo de nuevo!


Que pueda verte a ti en la magnificencia y honra que eres y mereces, que deje de verse a sí mismo como suficiente y completo, que pueda verse a sí mismo como tu lo ves, que vea el pecado y las ofensas con tus ojos. ¡Escudríñalo!


Quiebra esta vasija y vacíala! que no haya argumentos que la defiendan, que no quede lágrima sin ser derramada.


Mete tu mano, abre, remueve... arranca! Este corazón no resiste más sin ser transtornado por ti. Humillalo, pon en él el arrepentimiento y la necesidad de ti. Hazlo humilde, un corazon contrito y humillado al que no rechaces. Quita de él los ojos altivos que impiden que le veas de cerca.


Muestrale sus malos caminos, las promesas rotas, los hurtos, la vanagloria y el hurto.


Este corazón necesita de ti. Este corazón no sabe qué necesita ni puede pedirlo, pero Tu, que todo lo sabes, dale lo que necesita!


Quiebra mi vasija! Derrama su contenido, llenalo de nuevo!

Quebranta mi corazón! Cambialo, hazlo de nuevo y ayudale a serte grato y fiel.

Mi corazón anhela agradarte a Ti.

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