miércoles, 5 de mayo de 2010

El penal



La iglesia "Libertad en Cristo" fue inaugurada el fin de semana pasado. Si, ya sé que muchas iglesias -a Dios gracias- abren sus puertas día a día (sería bueno tener una estadística de cada cuánto se abre una iglesia cristiana y sobre todo saber cuántas de ellas de verdad fueron en obediencia a Dios, pero como dicen en la tele: "pero esa es otra historia") . Lo especial de esta iglesia es que se construyó dentro del Ce.Re.So varonil de mi ciudad. Por lo que se cuenta, el hermano le batalló mucho tocando puertas y al principio sólo le permitian el acceso en los lugares más incómodos del penal, pero ahora, gracias a Dios, el templo quedó construido en el área más concurrida por los internos. Piso nuevecito, pintura, bocinas, micrófono, piano, guitarra y bateria y lo mejor, su propio espacio para los bautizos! Una bendición verdaderamente!


Por primera vez me tocó ingresar a la cárcel, pues nos invitaron como grupo de alabanza a ministrar durante la inauguración. Debo admitir que estabamos todos nerviosos, las mujeres un poco más, tanto las del grupo como las hermanas que llevaban la comida y su apoyo moral, y es que es sabido que aunque mucha gente inocente encerrada ahí, bien es cierto que la gran mayoría cometió delitos, que si bien algunos son más administrativos que violentos, no deja de causar intimidación.


Lllegamos y pasamos por el largo proceso de revisión. Fila aquí, fila állá, fórmese, identificación a la mano, pasen a que les revisen las bolsas, ahora a que les revisen la comida, ahora que les revisen la ropa, sello de aprobado y por último dejas de llamarte por nombre para volverte un número de ficha.


Sin tomar en cuenta todas las peripecias físicas de las revisiones y los siempre presentes nervios de cantar ante cierto número de desconocidos; lo que realmente me daba curiosidad y algo de temor era el impacto espíritual que ese lugar tendría sobre mi. Y es que no es necesario pararse en una cárcel para percibir un lugar donde reinan las tinieblas, cuánto más un lugar como el penal, donde ya con el nombre a uno se le viene a la mente: asesinato, violencia, secuestro, violación, muerte, engaño, humillación y demás. No era tanto que le tuviera miedo a estos espíritus ni mucho menos a la gente, no era miedo al ataque, era miedo a sentir, sentir el dolor y la soledad de esas personas, sentir la maldad y el vacío de quien no tiene la luz de Cristo, miedo a sentir. Además, también iba preparandome a que el corazón se me arrugara todo al ver que muchas personas internadas ahi están más libres que muchos que andan en las calles, al adorar y alabar a Dios con todo su corazón. Realmente sería toda una experiencia.


La gran sorpresa me la lleve cuando entramos y no sentí esa espesura que esperaba, ni el ambiente turbio que yo imaginaba. Pese a los cuidados de los hermanos, sobre todo de las más jovenes, nadie, en todo el recorido por los patios del penal hizo por faltarnos al respeto, no había miradas ni comentarios, simplemente un "Buenos días".


Una vez instalados comenzamos la reunión y sólo puedo decir que estuvo hermoso! La presencia de Dios se sentía fuerte y a pesar de que no conocían la letra de los cantos, todas las personas se entregaron en adoración al Señor. Realmente había libertad en ese lugar! Después la prédica, la oración y siete personas que quisieron bautizarse! Qué alegría! Qué fiesta en los cielos!


Al final nos relajamos un poco y sirvieron la comida. Uno de los presos no dejaba de mirar por un largo rato al grupo, pero de alguna manera, su mirada nos parecía muy incómoda, así que sin razones ni ánimos para soportar, en silencio y sin mayor bullicio reprendí y até los espíritus en ese hombre y al instante en que termine la oración, la persona se dio media vuelta y salió del lugar. Impresionante!


Hay muchas cosas que contar, lo que vi, las personas que entraron más por la influencia de sus demonios que por auténtico interés, la deseperación por conseguir un plato de comida, el desfile de ruegos por un par de pesos, los salones de cursos, los talleres, el telar, etc. Pero lo que realmente vale la pena resaltar es que a pesar de que el cuerpo físico este cautivo, el alma y el espíritu pueden realmente vivir en libertad cuando Jesús es la luz de tu vida, quien rompe las cadenas.



-Saca mi alma de la prisión, para que yo de gracias a Tu nombre; Los justos me rodearán, Porque Tú me colmarás de bendiciones.-

Salmos 142:7



-Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. -

2Corintios 3:17

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