miércoles, 5 de mayo de 2010

Postrados en domingo



Evité al máximo posible tocar el tema del cambio de iglesia, las razones y las instrucciones así como lo sucedido durante el éxodo y ni hablar de todo lo que pasamos y todo lo que Dios trató con nosotros en la nueva congregación. Lo único que puedo decir es que teníamos -tenemos- un trabajo, una misión y una encomienda clara de Dios y no vamos a descansar hasta verla cumplida.


Fue así como hace casi año y medio estamos con los guantes puestos en acción. Ciertamente no ha sido fácil. Ha habido en todas caidas, dudas, confusiones, nos hemos debilitado al punto de querer tirar la toalla pero también hemos sido reconfortadas y fortalecidas por Dios y cada vez, la palabra de Dios llegaba justo en el momento oportuno. Ni antes, ni después, así no desmayábamos.


Desde aquel Hilo de plata que el Señor estableció através de la alabanza, aquella primera vez que me tocó dirigir, (difícilmente olvidaré todo lo que pasó y lo que significó para mi y para todos, aun para quienes ni cuenta se dieron) el Señor nos dejó echar pequeños vistazos de la gloria y el avivamiento prometido. Eran esporádicos pero suficientes para mantener la frente en alto y correr a la meta.


Fueron una serie de eventos en estos tres últimos meses: encuentros, congresos, campamentos... Todo "forzando" a tocar el siguiente nivel, acelerando y a pasos agigantados. Hoy tenemos un buen grupo de jóvenes y somos muchos los que estamos en armonía, de acuerdo, buscando en el mismo espíritu. Y así llegamos al servicio del Domingo.


Como antecedente, las dos reuniones de jóvens previas estuvieron inundadas de la presencia de Dios, el ensayo de alabanza se caracterizó por una libertad total, cántico nuevo y una genuina necesidad de alabar a Dios.


Este domingo empezó como todos: la lectura y la oración; y apenas estabaos en el segundo punto cuando comenamos un tiempo de intercesión hermoso, la gente tardó en conectarse pero una vez que todos entendieron de que se trataba comenzó la guerra en oración, los golpes de la bateria y el canto de guerra. Comenzó la alabanza. A la voz de "... el trono de justicia descendió..." más de uno percibió como si los cielos abiertos hubieran dado paso a que el trono de Dios se estableciera en medio de nosotros, la gente adoraba y alababa y canto tras canto se fue intensificando el mover del Espíritu de Dios. Al tiempo de la adoración, nuestra directora de alabanza comenzó a llevar al pueblo en oración, una oración puesta en su corazón por Dios, hablando de entrega, de arrepentimiento, de amr sin condiciones, amar hasta la muerte, amar a pesar de uno mismo, amar a Dios.


El Señor me llevó a orar por uno de nuestros músicos, quien comenzó a recibir y su cuerpo temblaba a causa de que el Señor llenaba su corazón de Amor de Dios. La oración y la adoración nos llevó a toda la congregación a postrarse en la presencia de Dios. Corazones quebrantados, lágrimas y clamor se dejaban escuchar. En un momento todo quedó en silencio a excepción de la guitarra que seguía dejando escuchar sus notas y algunas palabras que dejaba escapar la directora en el micrófono. El Señor pedía Silencio Absoluto pero ni yo podía estar de pie para advertirle a los demás músicos. Con toda la lucha y la pena tomé mi micrófono y pedí ese silencio, mas nadie me escuchó y tuve que escoger entre buscar desesperadamente por la atención de los músicos o seguir adorando a Dios. Sin duda lo segundo siempre será lo mejor.


Cuando Dios pide es clase de silencio, la mayoría de las veces es porque algo quiere hablar a su pueblo, ya sea directo a los corazones o a voz audible a través de alguien. Lo que había en ese momento era una unción profética y sabía que algo haría Dios en ese lugar. Al instante, la hermana a quien Dios había comenzado a ministrar comenzó a ver entre las filas un par de sadalias que se paseaban entre nosotros: Jesús. Y fue entonces cuando la hermana comenzó a dar palabra de exhortación para toda la iglesia, pero ante su duda, le puse el microfono: "Habla, dinos lo que Dios te está pidiendo decir". Así, escuchamos una palabra de exortación sobre santidad que precisamente confirmaría más adelante la predicación de ese día. ¿Coincidencia? Absolutamente no!


Yo sé que en letras no se podrá nunca plasmar ni un poquito de lo que es la manifestación de la gloria de Dios, sólo puedo decir que fue un domingo especial, hermoso, y lo que hizo Dios ese día en medio de nosotros siempre quedará sembrado en el corazón de la iglesia y en el mío.


Gracias Dios!!

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