viernes, 27 de agosto de 2010

Pláticas de mesa



Durante la comida, difícilmente hago algún comentario a menos que crea que voy a marcar alguna diferencia. Por lo demás, me limito a ser simple acompañante y oyente, y a reírme de vez en cuando de los comentarios graciosos.

Siempre he tratado de estar alerta de cualquier oportunidad que se presente para hablar de mi Dios, de mi Jesús, del pecado y la santidad, de su sanidad y su poder pero en todo este tiempo esas oportunidades han sido tan pocas que sólo recuerdo dos.

A veces es difícil hablar cuando sabes que lo que vas a decir va como golpe directo hacia alguien ahí presente y, aun sabiendo que lo que dices es verdad, hay que tener tacto para hablar y no ofender y también de procurar no cerrar la puerta a futuras oportunidades de compartir de Dios a los demás. El amor y la misericordia es algo que nunca debe faltar en nuestra boca. Es como el toque de sal a la comida.

Esta vez el comentario fue totalmente impersonal: “y que tal que te enteraras que tu ex - pareja ahora es homosexual”. Llegué a la mitad de la conversación y fue todo lo que alcancé a escuchar. Dado que suelen “limitarse” de ciertos temas en mi presencia, se hicieron comentarios de justificación para tan “grave” tema de conversación, pero para sorpresa suya –y mía- no lo pensé dos veces para continuar el tema de conversación y así, sin meditarlo mucho, comencé a hablar de la naturaleza pecaminosa de los hombres, de cuán placentero es el pecado y cuánto le gusta a nuestra carne lo malo. Es así; portarse mal es fácil, lo difícil y lo que es verdaderamente para valientes es obedecer a Dios. Con términos sencillos, nada rebuscados ni espiritualizados comencé a hablar sobre lo envolvente que es el pecado, de cómo uno comienza de a poco y cada vez te permites dar un paso más y otro y otro hasta llegar a un punto de maldad y depravación que no se parece en nada al uso natural de las cosas como Dios las diseñó. Les dije de cómo muchas veces la condición homosexual se presenta desde la infancia, pero muchas veces se desarrolla en la madurez, cuando el uso natural de las cosas no es suficiente y se comienza a experimentar con más cosas que abren puerta a querer más y más en cantidad y en distorsión. Al cuerpo le gusta el pecado, eso es lo atractivo. El pecado es placentero! Y a nosotros nos gusta y siempre querremos más.

Un pedófilo no empieza siendo así. Probablemente en un principio comenzó a tener sexo ilícito con quien no fuera su pareja, o fuera del matrimonio, tal vez después agregó la pornografía, después la masturbación, después fueron varias mujeres al mismo tiempo y cuando ellas no fueron suficiente comenzó a experimentar con hombres también o se saltó esto último para ir directamente hacia los niños. En ese orden, no lo sé. Todo el pecado comienza así, como bola de nieve, comienzas con un poco y vas añadiendo.

Al final mis oyentes cambiaron de opinión y después de haber empezado diciendp que uno “nace” así y no puedes “transformarte” en el camino, terminaron dándome la razón.

Por encima de la mesa, seguí sonriendo y comiendo; por debajo de la mesa, los músculos de mis piernas estaban contraídos, señal para mi de que Dios respaldaba mis palabras y se agradaba y me usaba con lo que yo decía, que finalmente no era yo hablando, sino El. Me puso muy feliz sentir el voto de aprobación de Dios =)

Yo no sé porque Dios me llevó a hablar así, tan directo, tan sin pena, tan específico. No sé para quien o para qué era esa palabra, hubo quien se quedó pensativo y hubo quien cambió el tema tan rápido como pudo, lo que pudiera darme ciertas respuestas, pero sólo Dios sabe.

Me gusta que Dios me use.

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