viernes, 3 de agosto de 2007

(¯`·.¸¸.·>> La alabanza

Es común escuchar decir que la alabanza y la adoración refieren a la misma cosa, pero no es así, ambas son diferentes en cuanto a su función y su propósito. Tal vez en la forma en que se expresan exteriormente sean similares, pero la esencia no es la misma. Es importante saber equilibrar ambas puesto que hay personas que son muy expresivas pero se muestran muy introvertidos a la hora de la adoración, y por el contrario, hay personas a las que les es muy fácil entrar en la dulzura de la adoración pero no saben llevar la dinámica de la alabanza.
La alabanza puede ser expresando a Dios nuestra admiración o exaltando su nombre directamente a El y también exaltarlo indirectamente haciendo referencia a El delante de los demás.
La alabanza surge de las maravillas que hace Dios en nuestra vida, por el agradecimiento de Su perfecta obra, pero también se le alaba sin necesidad de que nos haya dado un regalo... Le alabamos simplemente por ser quien es.
La característica de la alabanza es que es enérgica y entusiasta, con danzas, cantos, gritos y el uso de varios instrumentos. A lo largo del Antiguo Testamento vemos como los israelitas eran muy entusiastas cuando se trataba de la alabanza a Dios, era toda una fiesta. Aun en nuestros días debemos alabarle así, porque El es digno de que sus hijos le alabemos con entusiasmo.
Algunas personas son testigos de las maravillas de Dios y lo tienen presente en sus mentes, pero eso no es alabar, eso es meditar y Dios no cuenta la meditación como alabanza. Aun hay personas que están sentados, con las manos cruzadas o con el seño y los labios fruncidos y dicen que esa es su manera de alabar; pero ¿Quien dice que debemos alabar a Dios a nuestra manera?? No, tambien la alabanza es a SU MANERA. ¿Y cómo sabemos cuál es Su manera? Pues el Salmo 66:8 exhorta: “Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza.” La alabanza existe cuando se expresa o demuestra. Es decir, es imposible alabar con la boca cerrada y el cuerpo agachado. En esa posición se puede adorar, meditar, orar o dormir, pero no alabar. El profeta exclamaba: "Levanta fuertemente tu voz... levántala, no temas” (Isaías 40:9). La alabanza es una expresión que debe ser notada por los demás, por eso aun si alguien es mudo, puede dar y hacer notar su alabanza a través de sus movimientos y los gestos de su rostro.
Algunas iglesias se jactan de dar libertad para alabar pero muchos lo hacen por este 'sentido de libertad', se hace por la emoción y por sentimiento, más la alabanza no es un acto de 'sentir' sino es una decisión y la voluntad de hacerlo. De igual manera, aquellos que imitan a otras iglesias o las maneras que relata la Biblia tampoco suben a Su trono, pues Dios espera que le alabemos con el corazón, de manera honesta y genuina. No sólo por lo que ha hecho en nuestras vidas, sino simplemente porque es Dios, es Jehová es el Gran Yo Soy.
Aun cuando se nos dificulta alzar las manos o danzar, debemos tratar de hacerlo, hacerlo por decisión y con determinación, al principio se trata de volverlo un hábito, pero al tiempo se hará con naturalidad y formará parte de nuestra forma de alabar a Dios y como a El le agrada.
A Dios no se le alaba por que seamos aduladores, ni El pide que le alabemos porque sea un ser egoísta, no claro que no, el pide que le alabemos porque somos nosotros quienes necesitamos hacerlo, porque, le alabemos o no El sigue y seguirá siendo Dios por la eternidad. Aleluya!

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